– Revista Los Regionarios
En pleno auge de las redes sociales, pareciera que ya no basta con amar; hay que mostrarlo, anunciarlo, editarlo y, si es posible, hacerlo viral. Las relaciones se han convertido en contenido. Y muchas de esas demostraciones públicas de afecto no nacen del corazón, sino del ego. Un ego herido, en guerra, que quiere lanzar un mensaje disfrazado de amor: “Yo gané, mírame, tú perdiste”.
Nos encontramos ante una epidemia digital de amores declarados no por convicción, sino por reacción. Es como si cada nuevo beso subido a Instagram llevara una nota invisible: “Esto es por ti”. ¿Por qué hay tanto deseo de mostrar felicidad extrema justo cuando el ex está rehaciendo su vida? ¿Y por qué sentimos que debemos demostrarle a alguien que no está, que estamos “mejor que nunca”?
¿Amor real o revancha emocional?
Las redes se han vuelto un campo de batalla emocional. Y aunque no lo admitamos, muchas de esas fotos cursis, esos captions llenos de flores, y esos videos abrazando a alguien “increíble”, tienen una intención oculta: castigar al otro, dejar claro quién fue el que perdió. Pero en esa carrera por “ganar”, muchos terminan corriendo sin rumbo, ocultando inseguridades bajo la apariencia de un amor perfecto.
¿Y si en lugar de estar celebrando una relación nueva, se está interpretando una obra para tapar el dolor? ¿Y si ese “te amo” público es más un “mírame, mírame por favor”?
El problema no es la pareja nueva, sino el cierre que nunca llegó
Muchas personas no cierran etapas, solo las tapan. Saltan de una relación a otra sin detenerse a sanar, a entender, a crecer. Y entonces, el nuevo vínculo no es amor, sino una especie de vendetta emocional: “Mira lo feliz que soy sin ti”. El problema es que mientras más necesitas demostrarlo, menos real es.
Los errores del pasado no se superan gritando “yo estoy bien”. Se enfrentan con madurez, con introspección, con humildad. Pero eso no da likes. No es tan bonito como una sesión de fotos con frases de Paulo Coelho y emojis de corazones. La sanación real no tiene filtros. Y es incómoda. Pero es necesaria.
¿Y si el problema no era el ex, sino tú?
Una de las verdades más duras de aceptar es que, a veces, uno también fue parte del problema. El ego no quiere escuchar eso. Por eso es más fácil culpar al otro, mostrar que “el que se fue, se lo perdió” y disfrazar el remordimiento con romanticismo exhibicionista.
Pero llega un punto donde ya no se puede seguir huyendo. Donde ni las fotos, ni los likes, ni el nuevo “amor perfecto” logran tapar la realidad: aún hay vacíos por sanar.
Menos post, más procesos
No se trata de no publicar nada, ni de vivir el amor en las sombras. Se trata de ser honestos. De que la felicidad que mostramos sea real, y no un disfraz para castigar a quien ya no está. De aprender a amar sin resentimientos, sin pruebas, sin necesidad de demostrarle nada a nadie.
Porque el amor, el real, no necesita público. Solo necesita paz.
¿Estás feliz… o solo estás tratando de convencerte (y convencer a otros) de que lo estás?
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